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Había preferido quedarse en la cubierta del ferry en vez de sentarse en la cabina de pasajeros, y eso la salvó cuando la lancha motora chocó con ellos.
Horas más tarde, con unas ropas prestadas y apenas unos rasguños, Julia no puede creer que sea una de las tres supervivientes de la tragedia. Y ella, que siempre ha sido la hija perfecta, la madre abnegada y la esposa que sabe mirar a otro lado, toma conciencia de la única vida a la que no ha estado dando importancia: la suya propia.
Cediendo a un impulso, y ante la extrañeza de todos, Julia decide quedarse en la encantadora isla de la costa de Maine a la que en principio iba a pasar solo unos días. Unos lazos invisibles la atan a esta pequeña comunidad, que la ha acogido como uno de los suyos, y en especial a los otros dos supervivientes: la joven Kim, cuyo papel en el accidente es un misterio, y Noah, el pasajero que la ayudó a salvarse y que despierta en ella emociones que creía olvidadas.
Agradable novela de fácil lectura. Lo mejor: Imaginarte que estás en la isla de la costa de Maine.
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